Una intervención desesperada
El corazón de Albert retumbaba en su pecho, cada latido le instaba a actuar. No podía seguir escondido, no mientras el lobo estuviera en peligro. Impulsado por puro instinto, salió de detrás de la lona y su grito surcó el aire como un himno de batalla. Era crudo, implacable y estaba diseñado para desconcentrar al cazador. La repentina ráfaga de movimiento tenía un único propósito: sobresaltar, desviar, proteger a su compañero de la puntería letal del cazador. Era una apuesta desesperada, una maniobra temeraria, pero era la única que tenía.

Una intervención desesperada
Huida rápida
El grito repentino de Albert sobresaltó al cazador, haciendo que su dedo resbalara en el gatillo. El rifle disparó, pero la bala se desvió de su trayectoria, errando el blanco y golpeando en su lugar el candado de la puerta del medio. El agudo crujido del metal al romperse resonó en la habitación cuando el candado se rompió y la puerta se abrió con un chirrido. Al ver la oportunidad, el lobo no perdió el tiempo. Salió disparado por el pasadizo ahora abierto, desapareciendo en las sombras, dejando a Albert cara a cara con el cazador aturdido. Cuando el lobo desapareció, Albert se quedó inmóvil un momento, mirando al cazador con desconcierto. La sorpresa del hombre al encontrar a un anciano en un lugar tan insólito se reflejaba claramente en su rostro. Pero no había tiempo para explicaciones. Albert sabía que tenía que actuar, y rápido.

Huida rápida