En un espacio compacto y frío
En el diminuto recinto Al escuchar mi nombre resonar por fin, un alivio intenso me inundó. Me llevaron a un cuarto angosto y gélido, y me dieron una bata casi transparente. La enfermera, con voz ágil y profesional, me interrogó sobre mis síntomas como si pronunciara versos aprendidos de memoria. El dolor me envolvía con tal fuerza que mis respuestas eran un esfuerzo doloroso. Apenas lograba prestar atención a sus palabras, aferrándome a la esperanza de que el ginecólogo aparecería pronto.

En un espacio compacto y frío
El dolor alcanza su máximo nivel.
El dolor alcanzó su ápice desgarrador. Mi cuerpo se estremecía mientras un dolor punzante, semejante a cuchillos que penetraban y salían de mi pelvis sin descanso, me consumía. Informé a la enfermera que estaba en el tope máximo de la escala de dolor, y con una mirada comprensiva, ella asintió. Me prometió que el ginecólogo de guardia llegaría pronto para examinarme. Me aferré a esa promesa, con la esperanza de que alguien comprendiera mi calvario y trajera alivio a mi sufrimiento.

El dolor alcanza su máximo nivel.
 
    